Asociarse (verde líquen)

Las algas no sólo viven dentro de ríos y mares. Para poder mirar al sol cara a cara, fuera del protector manto acuático, hace millones de años decidieron (sí, decidieron, de alguna manera, tomaron un camino y no otro) asociarse con otros seres complejos y misteriosos: los hongos. Quizá los hongos fueran quienes tomaran la decisión... fue hace tanto tiempo... De la íntima comunión entre alga y hongo -hongo y alga, tanto da- resultó un líquen. Decidieron estos seres asociados (sí, decidir, qué otra cosa si no hicieron) colonizar casi todo el planeta, incluidos los ásperos desiertos y las gélidas tundras.

Algunas dicen que el alga se apoya en el hongo, otras que es el hongo quien penetra al alga. En nuestra mente obtusa dual de gana-pierde, blanco-negro, cuesta concebir la asociación. En realidad nunca lo sabremos. O quizá sí. No me importa, en realidad.

El alga -que a veces es una cianobacteria- convierte mágicamente la luz del sol en hidratos de carbono (imagina que conviertes un resplandor del mediodía en macarrones y dime si eso es o no es magia) con las que el hongo se nutre y crece. El hongo a su vez proporciona al alga una estructura inmune a la desecación y una red captadora de humedad con la que el alga se expande. Juntos pintan troncos y piedras allí donde el aire empieza clarear. Nuestras ciudades ricas en óxidos de nitrógeno y dióxidos de azufre son muy pobres en líquenes, ya que estos gases expulsados por nuestros amigos los tubos de escape destruyen la clorofila liquénica y  finalmente deforman y matan a los ejemplares este antiguo  linaje de la vida terrestre. El aire bueno para los líquenes es bueno para ti, lectora. Si ves líquenes en los troncos respira tranquila a pleno pulmón.

Oh sí, tengo debilidad por los líquenes.


Liquen folioso en la Font de Gualbes (Sant Boi del Llobregat)

Comentarios