Las flores del hambre

Mi tía Juani, que fue maestra rural en una remota escuela de la Sierra de las Villas (Jaén), me contaba en ocasiones relatos sobre la dura vida de las serranas con las que compartió vida y montañas allá por los sesenta del siglo XX. Una de las historias que más impactó fue la de las flores de la Adormidera, una preciosa planta que florece por estas fechas y que cuenta entre sus componentes químicos con un porcentaje importante de morfina (entre un 3 y un 23% del total de su composición). 

La vida en las zonas de montaña de la mayor parte de la península se basaba hasta hace un puñado de décadas en una durísima economía de subsistencia, en condiciones climáticas a menudo extremas y con una escasez de servicios básicos apabullante. El hambre entre los montañeses era una rutina inevitable y sus primeras víctimas eran los niños. Pues bien, comentaba mi tía que no era raro que las serranas les dieran a los niños que se quejaban de hambre una tacita de infusión de adormidera para sustituir la comida inexistente. Así dormidos, los nenes esquivaban una o dos jornadas sin alimentos y los padres podían rascar quién sabe de dónde alguna comida para cuando despertaran. 

Hoy, cuando he visto en Montjuic las delicadas flores de la Adormidera, me he acordado de mi tía y de aquellos niños serranos que narcotizaban la necesidad con una infusión de pétalos.

Adormidera, Cascall (Papaver somniferum), en el Antiguo Jardín Botánico de Barcelona

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